MartÃnez Millán, José / Quiles Albero, David
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33,25 €El ?sistema cortesano? (Edad Moderna) tuvo unas estructuras y una justificación distintas de las MonarquÃas constitucionales (Edad Contemporánea). Su justificación ideológica se basaba en la filosofÃa clásica (Aristóteles), que consideraba al hombre ?como un animal social? y a la familia como célula o elemento fundamental de la organización social. De acuerdo con estos principios, el prÃncipe gobernaba sus reinos como un 'pater familias', cuyos saberes y prácticas se encerraban en lo que se denominó la 'oeconomica'. Esto significaba dos cosas: primera, que la ?casa real? era el núcleo desde donde se articulaban las relaciones de poder que configuraban el reino; segunda, que estas relaciones de poder se fundamentaban en vÃnculos no institucionales, esto es, en relaciones personales (parentesco, patronazgo, clientelismo, familiares o de costumbre), para lo que el monarca utilizaba la concesión de mercedes y favores con el fin de mantener fieles y cohesionados en su entorno a los nobles poderosos. Esta organización polÃtica con su forma de proceder, su estratificación social y su cultura especÃfica es lo que denominamos ?sistema de corte?. Ciertamente, a lo largo de la Edad Moderna, los letrados, mediante sus creaciones legales y sus comentarios de textos clásicos, auxiliaron al monarca en su afán de centralizar y racionalizar esta estructura polÃtica, si bien, con harta frecuencia, los monarcas intervenÃan (a través de la concesión de gracias y mercedes) rompiendo la uniformidad e imparcialidad que pretendÃan, pues, la organización doméstica (de donde partÃa todo) era en esencia opuesta a la del Estado (liberal).
La MonarquÃa española durante la Edad Moderna no fue una entidad polÃtica centralizada con leyes e instituciones comunes en todos los territorios que la compusieron. Todo lo contrario, fue una yuxtaposición de reinos, en los que cada uno conservó su propia organización polÃtica y administrativa conforme se fueron uniendo (desde el siglo XV), ya fuera por herencia o por conquista, que estaban bajo la jurisdicción de un mismo monarca. Esto significó que no solo existieron instituciones y legislación diferentes, sino también que cada reino mantuvo su propia casa real y su corte aunque el rey no residiera permanentemente en ellos (esta deficiencia venÃan a llenarla los virreyes). La diversidad de casas reales llevó a numerosos enfrentamientos entre los servidores de las distintas casas, al mismo tiempo que suponÃa un gasto desmesurado para las rentas de la corona.
Durante los siglos XVIII y XIX se fueron precipitando una serie de cambios en la corte y en la casa real que tuvieron un alcance más profundo que la mera preocupación por ajustar el presupuesto. Cuando se analizan detenidamente estas trasmutaciones se percibe que respondÃan a una evolución de la organización polÃtica de la MonarquÃa (como sistema cortesano) hasta transformarse en el Estado liberal.
La casa real, núcleo desde donde se habÃa iniciado la corte en la Baja Edad Media, comenzó a experimentar una serie de transformaciones que eran sÃntoma de la descomposición de la organización polÃtica y cultural tradicional, que presagiaban un nuevo tipo de Estado.